domingo, 25 de diciembre de 2011

Toda clase de pieles

El cuento adaptado

Este cuento lo he adaptado para niños de tercer ciclo. Creo que es para ellos puesto que las palabras no tienen ninguna dificultad y en extensión tampoco es excesivamente largo.

Toda clase de pieles

Hace muchos años en un país muy lejano había un castillo donde vivía un rey que estaba casado con una mujer bellísima. La reina era la mujer más hermosa del mundo. Todo el mundo pensaba que la reina era casi la reencarnación de una diosa. Tenía unos largos cabellos dorados, era joven, era divertida… El rey estaba muy enamorado de su esposa. Solo había un detalle que hacía que el rey y la reina no fueran felices y era que la reina no se podía quedar embarazada y los reyes querían que su amor se consolidara con el nacimiento de un bebe.

Al cabo del tiempo a la reina la diagnostican una enfermedad, por la cuál tiene que estar descansando porque está muy débil. El médico le dice al rey que ya no la queda mucho tiempo y que en unos días la reina morirá. La reina antes de morir le dice que el es joven y que ella sabe que se tiene que casar con alguien pero que la única condición que ella pone es que la mujer con la que se case sea más hermosa que ella. El rey le dice: -Si ese es su último deseo que tienes, pues así será-.

El rey pasa un tiempo de luto sin salir de palacio. Pero según pasan los meses y los consejeros le dicen que tienen que salir y buscar otra reina. El rey dice que todavía no es momento. A medida que pasan los días el rey va empezando a salir y a pensar que a lo mejor ya es hora de hacer caso a los consejeros.

Después de unos cuantos años, el rey se ha repuesto del dolor por la pérdida de su esposa. Los consejeros le siguen insistiendo en que tiene que encontrar una nueva esposa. El rey al final acepta pero pone una condición, como le dijo la reina: -La nueva reina tiene que ser más hermosa que la anterior-.

Los consejeros se ponen manos a la obra y le llevan a palacio a las princesas de los reinos más cercanos pero no hay ninguna más bella que la antigua reina. Llaman a princesas de reinos más lejanos pero el rey sigue insistiendo en que no hay ninguna tan hermosa como la reina anterior.

Ya no quedan más princesas que ver y empiezan a llamar a personas de la aristocracia, mujeres jóvenes y otras no tan jóvenes, pero ninguna es tan bella como la reina muerta. Al ver que ahí tampoco encontraban empezaron a llamar a personas de clase media pero tampoco. Parecía que en todo el mundo no había nadie tan bella como la antigua reina.
  
Van pasando los años y el rey no encuentra a nadie tan bella como la reina. Un día el rey miraba desde su ventana y vio a una joven que pasaba por los alrededores del palacio llorando y con unas flores. Al día siguiente la volvió a ver paseando igual que el día anterior, llorando y con unas flores, y así estuvo pasando durante unos cuantos días. El rey llamó a los consejeros para que la muchacha entrase, tenía curiosidad por saber que la pasaba. La joven entró en el palacio y al verla de cerca el rey vio que tenía un cabello largo y rubio, unos ojos azules como el mar y un cuerpo perfecto y pensó que esa era la chica más hermosa del mundo.
El rey, impactado por la belleza de aquella joven, la preguntó: - Llevo varios días viéndote pasear por aquí y siempre estas llorando, ¿qué te ocurre? Una mujer tan hermosa no debe llorar por nadie-.
La muchacha le miró a los ojos y le contestó: -Lloro porque mi madre murió hace unos días. Y he estado llevándola flores todos estos días. No tengo nada ni a nadie.
El rey la dice que no se preocupe y que él la va a hacer una proposición. Él le dijo: -Llevo varios días viéndote pasear y eres la mujer más hermosa del mundo. Desde hace mucho tiempo estoy buscando a alguien tan bella como tú y por fin te he encontrado. Tengo que casarme y eres tú la única mujer con la que puedo casarme-.
La muchacha no entendía nada y le dijo que ella era muy joven y que no estaba preparada para ello. El rey la dijo que nunca la iba a faltar de nada y que él siempre iba a estar a su lado. La chica no se atrevía a decirle que no otra vez ya que él era el rey y a él no se le llevaba la contraria pero ella no se quería casar con él.
Entonces ideó un plan para atrasar ese casamiento con el rey. Ella le dijo: -Me casaré con vos pero para casarme con vos os voy a poner una condición. Quiero que me regale un vestido tan dorado como el sol, otro vestido tan plateado como la luna y otro vestido tan brillante como las estrellas-.
El rey la miró y la dijo que si eso es lo que quería así lo haría. Ella pensó que tardaría mucho tiempo en conseguir hacer todos los vestidos. El rey mando llamar a sus consejeros y les dijo que tenían que buscar el oro más puro y convertirlo en hilo para poder hacer el vestido tan dorado como el sol, que buscara la plata más pura para hacer el vestido tan plateado como las estrellas, y que buscara los diamantes más exquisitos  para hacer con ellos el hilo tan brillante como las estrellas. Al cabo de un año, más o menos, el rey tenía los tres vestidos y llamó a la muchacha para dárselos. Al verlos, ella pensó que le tenía que pedir otra cosa para atrasar más esa boda. Ella le dijo que esos regalos eran para poderse vestir cuando hubiese ceremonias o acontecimientos importantes. Pero que ella ahora quería el regalo de bodas y era un abrigo que estuviese hecho con todas las clases de pieles de animales que hubiera en el mundo. Ella pensaba que al rey no le iba a gustar la idea y que no lo iba a conseguir. El rey pensó durante unos segundos y la dijo: -¿Eso es lo que quieres? Pues muy bien, pues tendrás tu abrigo de toda clase de pieles-.
La joven pensó que hasta que cazaran a los animales, les quitasen la piel e hiciesen el vestido iban a tardar mucho pero mucho tiempo. Pero ella no contaba con el poder del rey porque el rey tenía muchos consejeros y dinero para gastar. El rey llamó otra vez a los consejeros y les mando a todos los continentes a cazar todo tipo de animales y ha hacer un abrigo de toda clase de pieles.

Un año después el abrigo ya estaba hecho y la muchacha tenía ya 18 años. El rey llamó a la joven y la dijo: -Aquí tienes tu regalo de bodas. Nos casaremos dentro de un mes-. La chica no sabía como escapar de aquella situación e ideó un plan porque ella no se quería casar. Ella recogió en una cadenita con 3 objetos que la recordaban a su madre. Uno de los objetos era una medallita en la que había un rizo del cabello de su madre, encontró también una pieza que parecía una mariquita, también para colgar en la cadenita, y  por último cogió el anillo de bodas de su madre. Todas eran piezas de oro. Cogió esas 3 piezas y también cogió los 3 vestidos que mandó hacer el rey y el abrigo de toda clase de pieles.
El abrigo era muy grande y tenía una capucha que le permitía taparse la cara. Cogió todo lo que había preparado y escondió su cabello bajo la capucha del abrigo y se escapó del palacio.

Ella caminaba para alejarse del palacio y buscaba sitios en los que poderse esconder. Pasaron los días y los días y un día escuchó ruido de caballos y cuernos de caza y pensaba que eran los consejeros del rey. Ella se escondió dentro del tronco de un árbol. Los perros que iban con los caballeros se pudieron a ladrar al árbol y el caballero se acercó para mirar que pasaba. El caballero vio el abrigo y pensó que era un animal extraño. Fue a cazarlo y de repente escuchó una voz que le decía: -No, no me hagas daño, soy un animalito. El caballero muy intrigado la cogió y al verla bien se dio cuenta que era una muchacha con la cara manchada de barro. Había otro caballero con él, que resulto ser el príncipe heredero, al que preguntó si se llevaban a la muchacha al palacio. Al escuchar que él era el príncipe heredero la joven se tranquilizó ya que sabía que no iba a ir al palacio de su prometido. La llevaron al palacio y fue destinada a trabajar en la cocina puesto que nunca quiso revelar quién era y de donde venía por temor a que la obligaran a casarse con el rey.

La joven solo pensaba comer, pasar la noche allí y la día siguiente irse pero el cocinero la propone quedarse allí para que le ayudase en la cocina. Ella se lo piensa y decide que sí puesto que así ya no tendría que huir más y allí nadie la reconocería. Ella se queda ayudando al cocinero en las cocinas. El cocinero la regaña de vez en cuando, porque es un poco refunfuñón, pero en verdad  la coge mucho cariño y la trata como a una hija. Ella siempre iba vestida con su abrigo de pieles y con la cara tiznada de barro.

Pasan los meses y el príncipe heredero, que fue uno de los caballeros que la encontró en el bosque, se tiene que casar. Para ello las reinas hacen un baile para que el príncipe conozca a todas las princesas de los reinos y pueda elegir con quien se casa. Ese baile duraría tres días. Llega el primer día de baile y toda clase de pieles, que así era como llamaba el cocinero a la princesa porque siempre iba con el abrigo de pieles, había estado toda la mañana preparando los manjares para los invitados y estaba agotada. Pero cuando se acerca el momento del baile ella piensa que la habría gustado tener una vida así pero que al escapar del palacio perdió esa oportunidad. Ella no dejaba de pensar en el baile y en poder bailar con el príncipe.

Ella le pregunto al cocinero si se podía ver el baile, pero sin que nadie la viese, porque quería ver a las princesas y los vestidos que llevaban. El cocinero, después de que toda clase de pieles no parará de insistir, la deja que vaya pero con la condición de que vuelva a las cocinas antes de que acabe el baile para recoger todo lo de la fiesta. Toda clase de pieles le dice que si y se va corriendo a su habitación. Se quitó el abrigo, se limpió la cara, se cepillo muy bien su maravilloso cabello rubio, se puso el vestido tan dorado como el sol y se fue al baile.

Entró en el baile y todo el mundo se giró para mirarla, no entendían que hacía una muchacha sola en un baile. El príncipe la miró y le pareció una joven muy bella. Se acercó para bailar con ella y estuvieron toda la noche bailando. Cuando estaba terminando el baile, toda clase de pieles dice que se tiene que ir y se va corriendo.
El príncipe la intenta seguir pero al final la pierde. Ella se va a su habitación, se puso el abrigo de toda clase de pieles, recogió su cabello rubio en la capucha, se tintó la cara y las manos y bajó corriendo a las cocinas.

El cocinero la regañó porque la dijo que volviese pronto y tenía que recoger todo lo del baile. Entonces el cocinero como castigo la dice que le haga la sopa al príncipe. Ella hace la sopa, la hecha en un bol y se quita la cadenita y coge una de las 3 piezas que tenía en ella, era la mariquita, y la hecha dentro del bol. El cocinero además de hacer la sopa la dice que se la suba a la habitación del príncipe. Ella llama a la puerta y dice:
-          ¡Majestad!
Y él le responde:
-          Pase, pase.
Ella le deja la sopa, se despide y se va. El príncipe empieza a tomar la sopa y piensa que está muy buena y encuentra una pieza. La limpia y la deja encima de la mesa. La observa y se da cuenta que es una rueca y que es una pieza de mujer.
Al notar que la sopa estaba más buena de lo normal decide bajar a las cocinas y preguntar al cocinero que quién la había hecho. El cocinero le dice: -Yo, señor. ¿Estaba mal la sopa?-. El príncipe le dice: -No, es que es la sopa más buena que he tomado en mi vida. Y solo venía a felicitarte-. El cocinero le agradece su felicitación, se despiden y el príncipe vuelve a su habitación.

Llega el segundo día de baile y otra vez lo mismo. Toda clase de pieles trabaja muy duro durante todo el día. Pero cuando llega el momento del baile pide al cocinero que la deje ver el baile. El cocinero, al final, la dice que si pero con la condición de que esté antes de que acabe el baile en las cocinas porque además tenía que volver a hacer la sopa al príncipe porque le había gustado mucho. Toda clase de pieles se va a su habitación, se quita el abrigo, se puso el vestido tan plateado como la luna, se cepilla su cabello rubio, se limpia la cara y las manos y baja al baile. El príncipe la vuelve a ver y va hacía ella para poder bailar juntos. Bailaron toda la noche y él la preguntaba que de dónde era, quién era… pero ella no le contestaba porque pensaba que si le decía que trabajaba en las cocinas no iba a querer saber nada de ella y prefería esperar al último día de baile.
Cuando estaba terminando el baile se va corriendo a la habitación, se pone el abrigo de pieles, se recoge el cabello, se tinta la cara y las manos y, como sabe que le va a hacer la sopa al príncipe, coge otra pieza de su cadenita, era el rizo del cabello de su madre. Baja a cocina y el cocinero la dice que llega tarde otra vez. Toda clase de pieles hace la sopa para el príncipe, la hecha en un bol y mete en el bol de sopa la pieza.
Ella llama a la puerta y dice:
-          ¡Majestad!
Y él le responde:
-          Pase, pase.
Ella pasa y le da la sopa, el príncipe le da las gracias.
Ella se va y él se la empieza a tomar pero va buscando haber si ve otra pieza como la del día anterior. Al final encuentra una pieza, la limpia y la deja encima de la mesa. El príncipe empieza a pensar que esas piezas pueden tener algo que ver con la mujer con la que ha estado bailando esos días. Bajó otra vez a las cocinas y le preguntó al cocinero que quién había hecho la sopa. El cocinero le dice: -Yo, señor. ¿Le pasaba algo a la sopa?-.
El príncipe le dice: -No, pero ¿no le ha ayudado nadie ha hacerla?-. El cocinero le dice: - Sí, me ha ayudado la cocinera-.

El príncipe empieza a sospechar e idea un plan para la última noche de baile. Ellos se despiden y el príncipe vuelve a su habitación.

Era el último día de baile y el príncipe tenía que elegir esposa. Toda clase de pieles trabaja muy duro durante todo el día. Pero cuando llega el momento del baile pide al cocinero que la deje ver el baile. El cocinero, al final, la dice que si pero con la condición de que esté antes de que acabe el baile en las cocinas porque además tenía que volver a hacer la sopa al príncipe puesto que le había felicitado porque le había gustado mucho. Toda clase de pieles se va a su habitación, se quita el abrigo, se puso el vestido tan brillante como las estrellas, se cepilló su cabello rubio, se limpió la cara y las manos y bajó al baile. Estaba resplandeciente con ese vestido y cuando entró en el baile todo el mundo la miraba. El príncipe fue hacía ella, como todas las noches, bailó y habló con ella. La conversación que tenían era tan interesante que el príncipe la colocó un anillo en la mano y ella no se enteró. Cuando llegó el momento de terminar el baile ella salió corriendo. Era más tarde de lo habitual y se puso el abrigo de pieles, se tintó la cara y las manos como pudo y no la dio tiempo a recogerse el pelo, solo se lo pudo esconder bajo la capucha, y, como sabe que le va a hacer la sopa al príncipe, cogió otra pieza de su cadenita, el anillo que había pertenecido a su madre.
Bajó a cocina y el cocinero la dice que llega tarde otra vez. Toda clase de pieles hace la sopa para el príncipe, la hecha en un bol y mete en el bol de la sopa la pieza.
Ella llama a la puerta y dice:
-          ¡Majestad!
Y él le responde:
-          Pase, pase.
Ella pasa y le da la sopa. El príncipe la dice: -Espere aquí un momentito que termino la sopa y así se puede llevar el bol-. Ella estaba muy nerviosa y más porque el príncipe no la dejaba de mirar, sobre todo las manos, y ella no lo entendía. Cuando estaba apunto de terminar la sopa el príncipe dice: - ¿Qué hay aquí? Pero si es un anillo-, toda clase de pieles se empieza a poner roja, - ¿tu no sabrás de quién puede ser este anillo verdad?-. El príncipe ve algo brillante que sale de debajo del abrigo, se acerca a ella, la desabrocha el abrigo y ve que debajo del abrigo estaba el vestido tan brillante como las estrellas. Él le dijo: - Hay algo que tienes que es el acompañante de esta pieza que me has regalado-, entonces ella se miró la mano y vio que tenía un anillo y mientras tanto el príncipe la decía: - Este es el anillo con el que te quiero pedir que te cases conmigo y así me hicieras el hombre más feliz del mundo-. Toda clase de pieles le dijo que si y fueron muy felices y comieron perdices. Y nunca se volvió a saber nada del padre de toda clase de pieles.

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